San Juan María Vianney
- Mariela González Cedano
- 29 jul 2017
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Juan Bautista María Vianney, mejor conocido como el santo Cura de Ars nació en Francia el 8 de mayo de 1786. A los diecisiete años concibió el gran deseo de llegar a ser sacerdote, y su padre, aunque buen cristiano, puso algunos obstáculos que al final fueron vencidos e inició sus estudios en el seminario, dejando las tareas del campo a las que hasta entonces se había dedicado.
A pesar de sus notas bastante bajas a lo largo de sus estudios, el Obispo decidió ordenarlo, por su comportamiento, por ser buena persona, de excelente conducta moral y que sabía resolver con sabiduría los problemas de conciencia.
En 1818 llegó a Ars, un pueblo perdido de Francia, con escasos 200 habitantes y pocos católicos, famoso por sus bares y cabarets, por la vida licenciosa de sus habitantes y la falta de piedad y temor de Dios. Pero él, de rodillas pedía a Dios que lo iluminara en su misión; rezaba y hacia penitencia por su pueblo.
Preparaba sus predicaciones por la noche y ante el Santísimo Sacramento, las escribía y las recitaba varias veces para aprendérselas de memoria, pero en el púlpito se olvidaba de todo, pero hablaba con tal sabiduría que la gente se volcaba a la conversión y a seguir a Cristo; pronto los bares y centros de diversión comenzaron a perder seguidores, y la Iglesia antes desierta se llenaba de gente para escucharlo y oír sus sabios consejos en el confesionario.
Ars se convirtió en un centro de peregrinación religiosa para ver, escuchar, y si fuera posible confesarse con el santo cura, que pasaba entre 12 y 16 horas atendiendo a los que llegaban en el confesionario. Leía las conciencias, manifestaba los pecados de sus penitentes antes de que los confesasen, y muchas veces recordaba algunos ya olvidados pero no confesados a Jesucristo a través del sacerdote. Durante 41 años estuvo en ese pueblo y todo lo transformó.
La fuerza del Espíritu Santo actuaba en él y Jesús Resucitado era su guía y su poder. Murió el 4 de agosto de 1859 a los 73 años de edad y fue canonizado en 1925 y proclamado por Pío XI “patrono de todos los sacerdotes” en 1929.
Hermano, ¿imaginas tener la oportunidad de confesarte con un sacerdote que ya supiera todos tus pecados antes de decirle una palabra? ¿Te atreverías a confesarte para realmente experimentar una conversión de corazón? ¿o te quedarías avergonzado y abrazado a tu pecado? ¿cuándo fue la última vez que te confesaste? ¿qué esperas para ir a confesarte? Por último, ¿ya oraste por los sacerdotes? ¿Y ya oraste hoy por nuestro párroco?
