Natividad de san Juan Bautista
- Pastoral para las Comunicaciones Sociales
- 18 jun 2017
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Yo envío delante de ti a mi mensajero para que te prepare el camino. Os aseguro que no hay hombre alguno más grande que Juan Lucas 7, 27-28

La Iglesia celebra la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, es decir, el día de su muerte, pero en el caso de san Juan Bautista, se celebra también el día de su nacimiento en la carne. Es digno de celebrarse el nacimiento del Precursor, pues es motivo de alegría para todos los hombres, tener a quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías. Fue una de las primeras fiestas de la Iglesia que nos invita a recordar y a poner en práctica el mensaje de Juan.
Isabel (prima de la Virgen María) estaba casada con Zacarías, sacerdote que servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías prometido. No habían tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Un día, el arcángel Gabriel anunció a Zacarias que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó, entonces el ángel le dijo que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que Juan naciera.
La Virgen María, al enterarse de esto fue a visitar a Isabel, y en el momento en que ella oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de los gestos de servicio y amor que tiene la Virgen para con los demás. Antes de pensar en ella misma (también embarazada) pensó en ir y ayudar a su prima Isabel.
El ángel había encargado a Zacarías ponerle por nombre Juan. Con el nacimiento de Juan, Zacarías recupera su voz y lo primero que dice es: "Bendito el Señor, Dios de Israel".
Juan creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río Jordán.
Recordando un poco el mensaje de san Juan reflexionemos: ¿hacemos caso a su llamada de conversión? ¿Estamos consientes de que el Reino de Dios está cada vez más cerca? ¿estamos haciendo rectos nuestros senderos o siguen chuecos? Y ¿estamos preparando el camino del Señor o seguimos sin hacer caso a la llamada de ser evangelizadores?