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Pentecostés

  • Pastoral para las Comunicaciones Sociales
  • 1 jun 2017
  • 2 Min. de lectura

Les conviene que yo me vaya, para que venga el Paráclito. Muchas cosas tengo que decirles, pero no se las diré ahora, cuando venga el Espíritu de Verdad, los guiará a la verdad completa y les comunicará las cosas que están por venir. Juan 16, 7-14

Pentecostés era una fiesta judía celebrada 50 días después de la Pascua para dar gracias a Dios por las cosechas. Luego, el sentido de la celebración cambió por la conmemoración del día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos, celebrando así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios, comprometiéndose a vivir según sus mandamientos para que Dios estuviera con ellos siempre.

Por designio divino, esta fiesta que celebraban con tanta alegría los judíos se convirtió en la fiesta de la alianza del Nuevo Testamento, la de la venida del Espíritu Santo con todos sus dones y frutos, y el inicio de las actividades de la Iglesia.

En la liturgia es la fiesta más importante después de la Pascua de Resurrección del Señor y la Natividad del Señor.

El libro de los Hechos* nos dice que estando reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús en el día de la fiesta de Pentecostés y con miedo de salir a predicar, se escuchó un fuerte viento y aparecieron lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos y quedando llenos del Espíritu Santo empezaron a hablar en diferentes lenguas. Aquel día, había extranjeros y visitantes en Jerusalén que venían a celebrar la fiesta de Pentecostés judía y cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma.

Desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Es en este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.

Tú hermano, ¿tienes miedo de predicar? ¿sientes que tu vida necesita luz? ¿tienes algo que te atormenta o preocupa? ¿tienes una enfermedad que sanar? Pide al Espíritu Santo que venga a ti, Él sana, consuela, ilumina, enseñar y fortalece; da sus dones a quienes se los piden y no niega sus frutos y carismas a aquellos que oran constantemente a Dios y se dejan santificar por él.

* Citas bíblicas del texto: Hechos 2, 1-41. Mateo 28, 19.

PARROQUIA DEL DIVINO SALVADOR

DIÓCESIS DE TOLUCA

OBISPO MONSEÑOR FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS

ADMINISTRADOR PARROQUIAL PRESBÍTERO CRISPÍN LÓPEZ CARRILLO

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